Platón

P.A.U.        Línea Ético-política
Ed. Gredos. Madrid, 1992.
La obra comienza (libro I) con un diálogo acerca de la Justicia entre Sócrates y varios sofistas, y que finaliza con la conclusión de Sócrates de que la Justicia es la excelencia (areté) del alma. A diferencia de este primer libro, que constituye un verdadero diálogo con argumentos y réplicas de todos los participantes, el resto del libro es un discurso de Sócrates en el que sus contertulios (a partir de aquí Glaucón y Adimanto, los dos hermanos mayores de Platón) apenas intervienen para preguntar o asentir a las doctrinas de Sócrates. En el libro II Sócrates afirma que para que se dé la Justicia en el individuo, debe darse primero en el Estado, y pasa a analizar las funciones de este. La primera y más básica es la producción de los bienes que satisfacen las necesidades básicas (alimento, vestido y vivienda) y la segunda la defensa, necesaria porque una sociedad en la que existen excedentes es envidiada y atacada por las sociedades vecinas. A continuación, Sócrates dedica unos párrafos a la educación de los militares profesionales que se encargarán de la defensa, y excluye de la misma la mayoría de los mitos de Homero y Hesíodo porque estos presentan a los dioses como sujetos a las mismas pasiones e imperfecciones que los seres humanos, cuando lo divino es, según Sócrates, absolutamente bueno e inmodificable, y no puede ser causa del mal. El libro III desarrolla una crítica feroz a la poesía por presentar tipos humanos y divinos contrarios a la moral, que desemboca en una serie de regulaciones acerca de la poesía y la música que regirían en una sociedad perfecta, según Sócrates, y continua con unas reglas semejantes para la gimnasia, la alimentación y la medicina. A finales de este libro, y durante el libro IV, Sócrates plantea que existen diferentes tipos de hombres según el tipo de alma que predomina en ellos, y que los hombres deben ser adjudicados por el Estado a las tareas adecuadas a sus capacidades innatas. En el libro V, Sócrates expone el “comunismo platónico”, esto es, la comunidad de bienes y familia entre los guardianes con la que se pretende evitar tanto el nepotismo (usar el poder para beneficiar a la propia familia) como la utilización del ejercicio de la función política para el propio enriquecimiento (en general , toda el planteamiento platónico se basa en que el gobierno debe buscar el interés general de toda la sociedad, y no en intereses particulares, que según Platón han sido la causa de la decadencia de Atenas). Llegados a este punto, Glaucón se pregunta si es posible un Estado como este, y Sócrates contesta que es posible, pero que para ello es necesario que los gobernantes sean filósofos. Comienza así la fundamentación metafísica y epistemológica del modelo político platónico, que ocupa la mitad del libro V y los libros VI y VII, de los cuales se han extraído los textos de examen de la P.A.U.

La “República” (“Politeia” en el original, término que se refiere simplemente a la organización de la polis y que a diferencia del actual término “república” no excluye el régimen monárquico) es probablemente la obra más influyente de Platón. Se trata de un largo diálogo dividido en 10 libros en los que Platón expone su modelo político de Estado Ideal, fundamentándolo en la teoría metafísica de las Ideas y en la epistemología objetivista que lleva aparejada, así como en una visión innatista de las capacidades humanas a partir de la cual se divide a los hombres en clases según su diferente inteligencia. Es posible que el libro I fuese escrito originalmente como un diálogo separado, y probablemente pueda fecharse alrededor del 390 a.c., pero el resto de la obra es posterior al primer viaje de Platón a Siracusa, y se engloba por tanto entre los diálogos de madurez, escritos después de que Platón fundase la Academia.
El filósofo es caracterizado como aquel que busca todo tipo de conocimiento (no solo una parte) y que sitúa este en las ideas, no en los particulares (una clara alusión al sistema educativo de Isócrates, el principal rival político de Platón, para quien el estudio de las matemáticas, astronomía, etc., era inútil de cara a la acción política). En el libro VI se especifica cuál es el objeto de conocimiento supremo que debe ser conocido por el gobernante-filósofo: la idea de Bien. Su naturaleza se explica por medio de la analogía del sol: la idea de Bien es el medio que permite el conocimiento (como la luz permite la visión) pero también la causa de la existencia de todas las cosas, y el origen de las esencias (aunque ella misma no sea una esencia, sino algo que está más allá de la esencia, y que Platón no llega a especificar más). Para explicar la diferencia entre verdadero conocimiento (episteme) y mera opinión (doxa), Platón desarrolla la analogía de la línea que es precisamente el fragmento seleccionado para la P.A.U. El libro VII comienza con el segundo texto elegido para la P.A.U., el mito de la caverna a través del cual Platón explica cómo la fuerza del hábito (la opinión común) puede mantener a muchos atados a la ignorancia, y plantea el deber político del filósofo que, una vez ha descubierto la auténtica realidad (las ideas), no puede limitarse a contemplarla sino que tiene que regresar a la caverna para instruir al resto de los hombres. A continuación, Sócrates desarrolla el sistema educativo que utilizarán los filósofos en el Estado Ideal para llevar a cabo dicha instrucción.

En los restantes libros la temática de la obra vuelve a lo puramente político. El libro VIII distingue cinco formas de ordenamiento político (aristocracia, timocracia, oligarquía, democracia y tiranía) en orden degenerativo. El libro IX retoma el tema de la Justicia y finalmente el libro X concluye con un nuevo ataque a la poesía y con el mito de Er, según el cual el alma inmortal es juzgada tras la muerte del cuerpo, y según los hábitos de su vida anterior (justos o injustos) se reencarnará en una clase de hombre mejor o peor.

Libro VII

 

 

(514a) -Después de eso  proseguí  compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.

- Me lo imagino.

Este es el comienzo del Libro VII, así que con “eso” Platón se refiere al final del libro anterior, es decir, a la analogía de la línea, en la cual establecía diferentes tipos de conocimiento; en concreto, Platón diferencia en dicha analogía entre el conocimiento filosófico basado en principios evidentes (esto es, su propia metafísica) al que denomina “noesis” y  las “artes” (hoy diríamos “ciencias”) que se basan en supuestos y que no buscan el conocimiento de toda la realidad, sino tan solo de una parte de esta. A esta división de la episteme Platón la denomina “dianoia” y la considera inferior a la “noesis”, que es el único conocimiento planeo en el que se debe basar la organización de la polis. Con esta distinción, Platón probablemente esté comparando implícitamente su propio sistema educativo desarrollado en la Academia y el sistema desarrollado por Isócrates en su escuela. Aunque el mito de la caverna se refiere ante todo a la diferencia existente entre la actitud espontánea y cotidiana (la de los que no reciben educación y no tienen conocimiento científico) y la actitud filosófica o científica (entre doxa y episteme, por tanto), también puede entenderse como la diferencia entre la educación ofrecida por Platón, que busca los principios últimos, y la ofrecida por Isócrates, más pragmática y centrada en la acción política, que rechaza las especulaciones metafísicas de la Academia.

Platón compara a los hombres sin educación con unos prisioneros que hubiesen nacido en el interior de una caverna en la que solo pueden ver sombras proyectadas sobre la pared. Dado que durante toda su vida eso es lo único que han visto, creen que esa es la auténtica realidad. La actitud cotidiana del hombre común es la misma: acepta el testimonio de los sentidos y las creencias de su época como la auténtica realidad, sin ponerlas en duda. La función de la filosofía (y de la ciencia) es precisamente cuestionar esas supuestas seguridades para descubrir la verdad que se oculta tras lo que parece evidente (piénsese, por ejemplo, que lo natural, dada nuestra experiencia sensorial directa, es pensar que la Tierra es plana, no esférica. Pero si vamos más allá de la experiencia inmediata, encontraremos evidencia de que es justamente al contrario.). Se trata del mismo tipo de cuestionamiento que ya hiciera Sócrates por medio de la “ironía”, cuando hacia ver a sus contertulios que utilizaban los términos sin conocer realmente su definición, sino simplemente creyendo que la conocían basándose en el uso habitual de las palabras. Las cadenas que impiden que los prisioneros giren sus cabezas son precisamente los prejuicios y opiniones, y también, según Platón, la creencia ciega en el testimonio de los sentidos. Y paralelamente, lo mismo que lo sensible se corresponde con lo particular en el mundo físico (contra lo general, que son las ideas), la doxa se corresponde, en el plano político, con los intereses particulares (los intereses partidistas de oligarcas, demócratas y sobre todo demagogos), frente a los intereses generales del Estado, que se supone que son los que se defienden en el modelo platónico.

- Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.

- Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.

- Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí?

- Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.

- ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?

- Indudablemente.

- Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que ellos ven?

- Necesariamente.

- Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos?

- ¡Por Zeus que sí!

- ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados?

- Es de toda necesidad.

 Las sombras que se proyectan en la pared de la caverna están producidas por los objetos que pasan detrás del muro, y por la luz del fuego. Encontramos la misma relación entre imagen y objeto de la que se hablaba en la analogía de la línea (eikasia y pistis, respectivamente) y la misma mediación de la luz (en este caso del fuego, un vástago (una imagen, una derivación) del Sol como el Sol es un vástago del Bien) que aparecía en la analogía del Sol.

Dado que los prisioneros solo han visto sombras durante toda su vida, si reciben otras señales del mundo más real que se encuentra detrás del muro, las interpretarán como proviniendo de las sombras que es lo único que conocen. Así, si los hombres que pasean los objetos detrás del muro dialogan entre sí, adjudicarán esos sonidos a las sombras. Platón nos está diciendo que quienes están acostumbrados a considerar como real solo el mundo de la experiencia inmediata, si se percatan de alguna relación que procede del mundo ideal (por ejemplo, la relación de igualdad, o la relación de justicia) la entenderán como un resultado del mundo sensible y material que es el único que conocen, y no como un signo del mundo ideal que estructura a dicho mundo material.

- Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora?

- Mucho más verdaderas.

- Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le muestran?

- Así es.

- Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos?

- Por cierto, al menos inmediatamente.

Si uno de los prisioneros se liberase de la dependencia respecto a la experiencia inmediata y mirase a lo que hay detrás de los fenómenos, le ocurriría lo que nos ocurre cuando pasamos de un lugar oscuro a uno luminoso: al principio, la luz le deslumbraría, y seguiría aferrándose a sus creencia anteriores; esto es, seguiría pensando que las sombras que ha percibido toda su vida son más reales que los objetos que ve ahora con dificultad (por el deslumbramiento). Lo que antes percibía (los entes materiales y sensibles) le sigue pareciendo más real que lo que ahora vislumbra (las ideas). Su escepticismo y resietncia aumentaría si se le obligase a mirar la luz misma (el fuego, que aquí representa el vástago de la idea de Bien, lo que era en sol en la analogía del Sol), y más aun si se le arrastrara fuera de la caverna, donde se encuentra el Sol mismo (que aquí representa a la idea de Bien misma). Platón nos está hablando de la resistencia que se produce en la gente cuando se intenta que piense filosóficamente, cómo se aferran a sus creencias y a sus prejuicios, cómo objetan que lo sensible es más real que lo ideal e inteligible, simplemente porque es a lo que están acostumbrados. Este mismo tema ya había sido tratado al comienzo del Libro VI, en el que Platón dice que la multitud se resiste a prestar oídos a los filósofos, y que los adolescentes rehúyen su estudio porque lo encuentran dificultoso y poco práctico. Unos y otros escuchan con agrado, sin embargo, a los sofistas, que les dicen lo que quieren escuchar, no les dicen otra cosa sino lo que la multitud ya cree (es decir, la opinión común, la actitud cotidiana, los prejuicios ya establecidos, o sea, las sombras). Platón está pues comparando el camino de la verdadera filosofía y el camino seguido por los demagogos, y encuentra normal que la mayoría de la gente, por costumbre y falta de educación, crea que son los demagogos los que dicen la verdad, y no los filósofos.

- Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol.

- Sin duda.

- Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito.

- Necesariamente.

- Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto.

- Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.

Pero el prisionero liberado (el filósofo que no abandona la filosofía y la cambia por el camino fácil de la demagogia, sino que sigue el proceso de estudio hasta el final) acaba acostumbrando sus ojos a la nueva realidad. Para ello, es preciso seguir un proceso progresivo, que no es otro sino la dialéctica, el método de conocimiento basado en la inducción  que va de lo particular a lo general hasta llegar a un primer principio incondicionado, y que es el que se ilustra con la analogía de la línea.
El final de dicho proceso sería la contemplación directa de la idea de Bien (representada aqui por el Sol) en sí misma, es decir, no en su reflejo en el mundo sensible. Y una vez que pudiese contemplar esto, entendería la idea de Bien como primer principio: es decir, no solo como algo que nos ayuda a comprender los conceptos, (la función epistemológica de la luz que aparece en la analogía del Sol), sino como primera causa de todo lo que existe, es decir, la función ontológica que también aparece en la analogía del Sol.

- Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería?

- Por cierto.

- Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y «preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida?

- Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida.

Comienza ahora el aspecto puramente político del mito de la caverna. El filósofo, una vez ha alcanzado el conocimiento de la realidad, no desea volver a la caverna, es decir, no desea los honores y los cargos políticos que se otorgan por habilidades que Platón ridiculiza diciendo que no son sino competiciones en reconocer y recordar sombras (o sea, los tipos de conocimiento que enseñaban los sofistas, y también Isócrates, como la retórica, que tenían una  utilidad directa en la vida política puesto que servían para hacer discursos en la Asamblea y así convencer a los demás, pero que según Platón no se basan en la “verdad”, sino en la opinión común, en la sombra.
Platón cree que el filósofo, por si mismo, no ambicionaría el poder político, sino que preferiría vivir tranquilo en su mundo ideal, y pone como ejemplo de ello a Aquiles. Se trata de una historia que cuenta Homero en el capítulo XI de la Odisea, cuando Ulises baja a los infiernos y se encuentra con la sombra (= el fantasma) de Aquiles, que había muerto en la guerra de Troya. A Aquiles un adivino le había vaticinado que o bien tendría una vida corta pero gloriosa, o bien tendría una vida larga pero sin gloria, es decir, que no sería recordado en el futuro (aunque su vida sería feliz). Aquiles, cuando acudió a la guerra de Troya, donde se le había pronosticado que moriría, optó por la primera opción: murió joven y se convirtió en el héroe griego más famoso. Sin embargo, en la Odisea Homero presenta a un Aquiles que, cuando Ulises lo saluda como “rey de los muertos”, debido precisamente a la gloria alcanzada, dice preferir ser un siervo, pero estar vivo, a reinar entre las sombras. Platón utiliza esta leyenda dentro de su símil: la vida auténtica es la del filósofo, que vive en la auténtica realidad, y aspirar a honores políticos a costa de vivir en la ignorancia (es decir, utilizar la forma de hacer política de los sofistas y demagogos) es como reinar entre los muertos.

- Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?

- Sin duda.

- Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?

- Seguramente.

¿Qué ocurriría si, aun así, el filósofo decidiera salir de su retiro e intervenir en política? (Lo cual Platón considera que es su obligación moral, aunque no sea su deseo) Pues que sus ojos, que antes estaban acostumbrados a ver en la sombras (o sea, intervenir en los debates centrados en la doxa, en la opinión) ahora pueden ver a la plena luz de la ciencia, pero ya no ven bien en la sombra. Es decir, el filósofo parece torpe en los asuntos prácticos y cuando interviene en la Asamblea para competir con los demagogos que están entrenados en la retórica que sirve para convencer al pueblo (pero que no busca la verdad, tal como planteaba Gorgias) parece menos sabio que ellos. Por eso, según  Platón, aunque el filósofo es el que conoce la verdad, esto no resulta evidente para los que viven en el mundo de la opinión y los intereses particulares de la política del momento, y por eso no logrará fácilmente convencerlos. Platón esta contrastando su propio sistema educativo, centrado en el conocimiento científico y la metafísica aunque con la clara intención de intervenir en política, con el sistema mucho más pragmático de Isócrates (y mucho más exitoso en su época) que solo desarrolla las habilidades necesarias para intervenir directamente en política, y rechaza como superfluas para ese fin las matemáticas, las ciencias y la metafísica. Platón está defendiendo la superioridad de su doctrina, a pesar del éxito mucho mayor de su oponente: si los atenienses (y griegos de otras polis) prefieren la manera de hacer política de Isócartes es tan solo porque todos ellos, Isócartes y sus seguidores, viven en la ignorancia. Finalmente, afirma que el destino del filósofo que se dedica a poner en cuestión los prejuicios de sus conciudadanos es ser perseguido y asesinado, como le sucedió a Sócrates ( que es quien habla, y así prefigura su ejecución) y como estuvo a punto de sucederle a Platón en Siracusa (Cuando se escribe este texto, Platón ha realizado al menos el primero de sus viajes a Siracusa para convencer a Dionisio I de que siguiera el modelo político platónico. Como es sabido, esta aventura acabó con Platón vendido como esclavo).

- Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.

- Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.

 

Platón establece un paralelismo entre el mito de la caverna y las alegorías del libro VI (la del Sol y la de la línea). Esa relación ya había sido establecida al comienzo del texto): la doxa (el conocimiento sensible) se corresponde con la caverna, el fuego con el sol de la alegoría del sol, etc. Finalmente, afirma que la idea de Bien es la causa de la luz y el Sol (el señor de la luz) en el mundo material, y de la verdad y la ciencia ( lo real desde el puto de vista del objeto y del sujeto, respectivamente; ver comentario del libro VI) en el mundo inteligible. La frase final establece que no es posible obrar correctamente (ni ética ni políticamente, ni en lo privado ni en lo público) si no es partiendo del conocimiento de dicha idea de Bien: por tanto, para garantizar el buen funcionamiento de la polis, esta debe  estar ordenada por el filósofo (o por un gobernante que escuche a los filósofos) y no por aquellos que prestan oídos a las opiniones, es decir, a las teorías sofistas.